Roberto Carlos Araníbar, de 39 años, trabaja en la economía creativa hace más de una decada, convencido de que la cultura, el arte y la creatividad son motores de desarrollo, empleo y futuro para las nuevas generaciones. Su vida siempre ha estado ligada a la creación: comenzó en el teatro a los seis años, a los catorce ya dirigía y escribía, y a los 21 asumió la presidencia del Premio Nacional de Teatro, transformándolo en una plataforma internacional. Poco después ingresó a la Red Cultural MERCOSUR, donde aprendió de grandes gestores y descubrió tanto los retos como las posibilidades del sector creativo en la región.
Actualmente es presidente de la Red Cultural MERCOSUR, que integra siete países, incluido Bolivia. Roberto impulsó PULSO NARANJA, referente en Bolivia y Latinoamérica en economía creativa, reconocido por la UNESCO y el BID. Fue autor de la primera Ley Municipal de Economía Creativa (1354/2023), ya reglamentada y con un consejo pionero que reúne al sector público, privado, académico y creativo. Paralelamente, su pasión por el diseño de moda le ha permitido expresarse creativamente, recibir premios y proyectar su trabajo en plataformas nacionales e internacionales, demostrando que la moda también es una forma de contar historias y visibilizar talento. Este doble rol como gestor cultural y diseñador le permite hablar de la economía creativa desde la experiencia, convencido de que la creatividad tiene el poder de transformar realidades.
“Entre 2020 y 2025, Cochabamba vivió un proceso de recuperación y transformación en arte, cultura y economía creativa. La aprobación de la primera Ley de Economía Creativa del país marcó un hito y abrió oportunidades para políticas, formación y proyectos sostenibles. Gracias a iniciativas como el Observatorio de Economía Naranja y el primer censo de economía creativa, ahora existen datos y evidencia para diseñar mejores políticas culturales. Universidades y cámaras empresariales ya incorporan estos contenidos, demostrando que lo que parecía utopía hoy tiene rostro, estructura y proyección”. Roberto destaca también que la economía creativa requiere cooperación entre cuatro actores: sector público, sector privado, academia y los propios creativos, generando empleo, exportaciones y desarrollo sostenible.
Su contribución al desarrollo regional combina la gestión y la creación. Como gestor, ha transformado conceptos en realidad: leyes, observatorios y espacios de diálogo que fortalecen la economía creativa en Cochabamba. Como creador, su trabajo en moda y artes escénicas visibiliza talento local y demuestra que Bolivia puede competir en igualdad de condiciones a nivel internacional. En lo social y cultural, busca que los jóvenes vean en la creatividad una oportunidad de vida real, con apoyo, formación y mercado, transformando futuros.
Roberto cree que los líderes y personalidades cochabambinas tienen la responsabilidad de ser puentes entre la ciudad y el mundo. “No se trata solo de ocupar cargos, sino de inspirar, abrir caminos y mostrar que lo nuestro tiene valor. Cada éxito personal puede convertirse en ventana para visibilizar a otros, multiplicando oportunidades y proyectando la identidad de la región con autenticidad”.
A las nuevas generaciones les dice que los sueños comienzan pequeños y a veces parecen imposibles: “sueñen en grande, trabajar todos los días en lo pequeño, formarse, rodearse de personas inspiradoras y nunca olvidar sus raíces. El futuro de Cochabamba, depende de quienes se atreven a crear, emprender y mostrar su voz”. Su historia es un ejemplo de que se puede empezar solo y terminar construyendo con muchos.